Aún hoy, después de tantos años vividos y
ejercidos como masajista, recuerdo mi primer día en mi primer curso de masajes,
al que llegué emocionada pues por fin había tomado la decisión de aprender una
actividad con la que siempre me había sentido afín. Por supuesto, tuve la gran
ayuda de una buena amiga, mi masajista, que me ánimo y me apoyo.
Desde que tengo memoria soy una persona
enamorada del tacto, siento que nada trasmite más que el toque, que ese “piel
con piel”. Aquello de que durante un saludo donde se sujetan las manos, donde
la piel toca a la piel, podemos saber cómo es la energía del otro ser; o la
idea de que con un abrazo o una palmada en el hombro nos sentimos mejor al
atravesar un mal momento, el recuerdo de que cuando siendo niña sufría de algún
dolor emocional o físico, el roce de la mano de mi madre me hacía sentir mucho
mejor, eran pruebas, contundentes para mí, de que el tacto puede cambiar las
cosas.
Por supuesto, la familia no estaba muy de
acuerdo conmigo, el masaje fue y aún hoy es, en muchos lugares, una profesión
no muy bien vista, aunque gracias a Dios, esta forma de pensar está cambiando y
la gente comienza a diferenciar entre el masaje profesional y ….. los de otro
tipo.
Mi primer curso, fue un poco producto de mis
inquietudes personales, opacadas durante mucho tiempo y que salían a flote por
la enfermedad de mi abuela, unido al deseo de dejar un poco de lado las
computadoras para cambiarlo por el trato humano y otro poco producto de la
casualidad o tal vez debería decir, como un mensaje del universo, todo unido y
en complot para obligarme a avanzar en esta actividad tan especial.
Como les decía, este primer curso me tenía
muy emocionada y aún me emocionó más cuando escuche a mi afamado maestro
explicar cómo era de importante estudiar para convertirnos en masajistas
serios; lo importante de la ética en esta, como en todas las profesiones; lo
necesario que era conocer anatomía y fisiología antes de ponerle la mano encima
a un receptor.
De allí en adelante, cada día es un nuevo
reto para aprender no solo de las técnicas de masajes sino también de lo que
sucede con lo padecimientos físicos y emocionales, recordando que somos un solo
ser que se ve afectado tanto en su parte física como en la mental y la
emocional.
Ese primer curso, fue por allaaaaaaaaaaaa a
principios del año de 1996 y desde entonces hasta hoy, cada persona que ha
llegado a mi camilla ha sido una gran oportunidad para aprender, para crecer,
para dar y por supuesto, para recibir grandísimas satisfacciones.
Después de lo mucho vivido, lo mucho aprendido y lo mucho disfrutado he
decidido abrir este blog para publicar toda mi vivencias en esta maravillosa
profesión. Vivencias interesantes unas, complicadas otras, cómicas otras, pero
todas maravillosas.
Helerem